terça-feira, 20 de março de 2012

PARIETARIAS ENTRE SILLARES ROMANOS

      
    ¿Quieren saber cuánto tiempo lleva un edificio antiguo -o nuevo- sin una mano de limpieza? Busquen las plantas que lo pueblan y lo sabrán. Es la parietaria una de las amigas que pueden encontrarse con más fácilidad en ese entorno urbano un poco ruinoso. Basta un pequeño agujero o una grieta en un muro, y nuestra planta lo coloniza con rapidez. No en vano, su nombre hace referencia a ese medio humano, y en Cáceres tenemos un ámbito  perfecto para esta planta: el casco antiguo es el paraíso de las grietas y las plantas todoterreno. En este caso, estuvimos en la plaza del Socorro, junto a los restos romanos de la antigua muralla, y mientras Juan se entretenía tirando una y otra vez la pelota sobre los viejos muros (nadie de sus constructores pensaría que la muralla acabaría teniendo ese pacífico uso), el G.P. contemplaba las maravillas históricas y botánicas del rincón. No fue la única la parietaria: encontramos los típicos arroces y ombligos de Venus que este año, por la lluvia escasa, son mucho menos frecuentes que en otras ocasiones.

Sillares romanos de granito. Si la construcción es realimente romana, o reutilizada es otra cuestión. Muy posiblemente, las hileras más bajas, construidas a hueso -sin argamasa entre ellas-, podrían tener origen romano. Las superiores son quizás más recientes, de época medieval. En cualquier caso, un estupendo frontón para Juan...
 
Los mejores ejemplares habitualmente nos lo hemos encontrado en la plaza de San Jorge, pero en la práctica aparecen por cualquier edificio algo abandonado de la ciudad moderna o en cualquier tapia de piedra. La parietaria tiene propiedades medicinales muy apreciadas desde antiguo.

Formas curiosas sobre las superficies de las cuarcitas. Aquí se alternan bandas rojizas (óxidos de hierro) con cuidadosas formaciones de dendritas. Esta nos la encontramos en el palacio de Carvajal, en nuestra visita primaveral a la Gran Higuera, para celebrar su anual vuelta a la vida.


Banda del Cristo del Humilladero en plena acción. Detrás y en un segundo plano, las plantas que se
ven sobre los muros de San Jorge, son nuestras parietarias.

segunda-feira, 12 de março de 2012

MAGNOLIOS EN CANOVAS



      
      La primavera se reconoce en nuestra ciudad de múltiples formas. Basta echar un vistazo a las primeras ranas y lagartijas desperezándose del largo invierno, a los aviones que retornan a nuestras latitudes y a un revuelo generalizado entre los pájaros de nuestros parques. Sin embargo está claro que la hegemonía de estas señales está en manos de las flores. Habitualmente es típico encontrarnos auténticos mantos de flores por los campos de la región en estas épocas del año. Por desgracia el G.P. y todos los cacereños van a ver pocas flores silvestres este año si el pérfido anticiclón azoriano sigue gobernando por nuestras latitudes y mandando las lluvias a otras tierras lejanas. Así que nos contentaremos un poco con lo que nos ofrecen nuestros parques y dedicamos un momento de atención a una planta cultivada que fascina al G.P. y a Juan con el arranque de cada primavera: la flor del magnolio.
      Este singular arbusto está plantado en el parque de Cánovas y sorprende a los paseantes por sus enormes flores. Desarfortunadamente de los dos magnolios que florecían junto a la estatua de Gabriel y Galán, uno de  ellos -ya pachucho el año pasado- se ha secado y nos ha dejado sin su nota de color característico. Esperemos que los cuidadores del parque reparen en esta falta y lo tengan presente para reponer este querido arbusto. El Magnolio soulangiana es una maravilla creada por hibridación para disfrute de parques y procedente de especies naturales originarias fundamentalmente de Norteamérica. Navegando por internet, el G.P. ha descubierto que una de las razones de estas flores tan grandes y abiertas se debe a que la polinización originariamente no era cubierta por abejas, sino por escarabajos. Una reliquia viviente, nuestro magnolio, digna de ser admirada en estos días de calor precoz.  
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terça-feira, 6 de março de 2012

RENACUAJOS INVERNALES


El estanque del que el G.P. sacó a los agonizantes renacuajos invernales.
       Con mucho trabajo retomamos la labor de hormiguita cibernética, a regañadientes y faltos de tiempo para prolongar nuestra actividad bloguera. Lo hacemos con una pequeña anécdota que desplazó al G.P. a su más tierna infancia hace una semana. Desecando los canales del parque del Príncipe a finales de febrero, nos encontramos Juan y yo unos cuantos animalitos coleteando desesperadamente en el fango. Fácilmente reconocimos cómo eran renacuajos. "¿Renacuajos en febrero?", se preguntaba el G.P. No tenía mucho sentido, cuando la época de cría no habia empezado y apenas habíamos empezado a ver las primeras ranas de la temporada. Uno se informó al llegar a casa que los renacuajos son capaces de prolongar su etapa larvaria indefinidamente sin se encuentran con circunstancias sumamente adversas. Lo que habitualmente dura entre dos y tres meses, se había prolongado durante todo el invierno. En cualquier caso, esa espera heroica durante el invierno precisaba no ser estropeada por la mera limpieza de los estanques, así que el G.P. se metió en los lodos, y como hacía de pequeño, empezó a coger los renacuajos para llevarlos a un lugar seguro.


Signos de la primavera, el señor Langosto y las ranas comunes comienzan a levantarse de su letargo a finales de febrero. Ha bastado un cambio de temperatura considerable para volver a la actividad primaveral.

Y mientras, las procesionarias a lo suyo. En estas semanas ha sido muy corriente ver estas largas hileras buscando lugares en la tierra donde esconderse y convertirse en crisálidas. Durante estos meses, hasta el final de la primavera, permanecerán ocultas. Tan solo pájaros como la abubilla serán capaces de detectarlas y de tomar buena cuenta de ellas.